30 mayo 2025

Construir conocimiento crítico desde el Sur global

Construir conocimiento crítico desde el Sur global

El avance de las extremas derechas también se traduce en el asedio y el ataque constante a las ciencias sociales, las humanidades y el pensamiento crítico en general. Para frenarlo debemos fortalecer nuestras propias redes de producción de conocimiento, y CLACSO es una herramienta cardinal para ello.


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Vivimos una época de múltiples crisis que auguran una transición del sistema mundial en su conjunto. Para América Latina y el Caribe, esta coyuntura configura desafíos y riesgos geopolíticos específicos: nuestra región es una de las que concentra mayores recursos naturales estratégicos del planeta (agua potable, superficies cultivables, petróleo, gas, litio, cobre, hierro, oro, tierras raras, biodiversidad). Estos recursos están vinculados tanto al modo de producción analógico, basado en energías fósiles, como al digital, sostenido en energías renovables. Todos ellos, transformados, tienen un elevado valor agregado que se expresa en la reconfiguración de la geopolítica actual.

A esto se añaden las dificultades de acceso que tiene Occidente a otras zonas del planeta con recursos similares a los de América Latina y el Caribe, lo que está provocando un incremento exponencial de la demanda por nuestros bienes naturales, nuestra agua y nuestras tierras. Este incremento de la demanda tiene su reflejo concreto en dos transformaciones fundamentales que ya están en marcha: en primer lugar, la propagación de injerencias de nuevo cuño, en las que el lugar de actores externos (como las corporaciones multinacionales) y las formas locales de intermediación son claves; en segundo lugar, la multiplicación de los impactos socioambientales reversibles (las llamadas «zonas de sacrificio»).

Pese a lo anterior, la distribución de la riqueza en la región es cada vez más desigual, y la posición de América Latina y el Caribe en el mundo, en tanto región integrada y soberana, continúa sin mejorar.

Una serie de fenómenos aparentemente aislados, como el ascenso de las extremas derechas, la proliferación del crimen organizado transnacional o el deterioro de la situación securitaria en diversas zonas de la región (fenómenos que, en última instancia, terminan favoreciendo diversas formas de extractivismo), encuentran su explicación última en ese panorama más general. Pero dicha situación, además, demuestra que la geopolítica, pensada desde América Latina y el Caribe, incrementa su valor analítico y político si se enfoca en la dimensión socioambiental. Este último es, de hecho, el vector que cataliza en esta coyuntura histórica la inserción dependiente de nuestra región en la actual configuración del sistema-mundo.

Estamos viviendo una época signada por el declive de un poder hegemónico —el de Estados Unidos y el mundo atlántico— y el avance de nuevos poderes o «polos» que lo desafían, así como de guerras abiertas que asolan con muerte a grandes conjuntos de la población mundial. Se trata esta de una época caracterizada por complejos conflictos y luchas así como por una gran incertidumbre que atraviesa al conjunto del sistema internacional y global y se ve acentuada por la pospandemia y las guerras en curso. El ascenso de China pone de manifiesto los cambios que vivimos en estos planos, así como la creciente importancia del bloque de los BRICS, del cual Brasil es un activo líder.

Aunque habitamos una región desnuclearizada y declarada como Zona de Paz por la CELAC en 2014, debemos trabajar para que estas características persistan. Esto implica analizar la dinámica de las economías mundial y regional y los dilemas que enfrentan los proyectos de integración a nivel subcontinental y regional. Estados Unidos, en tanto potencia en declive, pretende que América Latina y el Caribe continúe siendo su zona de influencia (su «patio trasero»), para lo que cuentan con la complicidad de élites y grupos dominantes. Esto se refuerza a través de las políticas xenófobas, racistas e injerencistas de Trump, que continúa con el criminal bloqueo a Cuba, las sanciones a Venezuela y las amenazas contra Panamá.

El desafío que se plantea, de esta manera, estriba en retar nuestra capacidad de superar estas relaciones de subordinación e identificar las mejores maneras de actuar desde la región en el marco de este reordenamiento geopolítico del mundo multilateral.

Aunque parezca una tarea titánica —en parte lo es—, en este punto resulta fundamental reconocer que no partimos de cero. Por el contrario, como parte de un proceso histórico de consolidación de las experiencias de rebelión en nuestro continente, en las últimas décadas se ha ido constituyendo una gramática política compuesta por representaciones y espacios sociopolíticos que expresan anhelos de cambio y construcción de sociedades más justas, participativas e igualitarias encarnada por naciones y pueblos indígenas, comunidades campesinas, colectivos afrodiaspóricos y negros, organizaciones feministas, comunidades migrantes, colectivos juveniles y diversas movilizaciones antineoliberales.

Las experiencias contestatarias que pueden servir de punto de partida para esta tarea son incontables. También son muchas las redes teóricas e intelectuales orientadas a la producción de conocimiento crítico. En una coyuntura como la actual, de asedio y ataque a las ciencias sociales, las humanidades y el pensamiento crítico en general, el papel de estas experiencias se torna aún más relevante. El Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), en tanto la red más grande del globo en lo que a ciencias sociales, humanidades y artes críticas se refiere, ocupa un lugar fundamental en esta batalla.

Necesitamos de una voz potente que no solo defienda y proteja lo alcanzado, sino que permita ampliar, fortalecer y desplegar nuevas iniciativas a la vez que difunda conocimiento riguroso y situado que permita disputar sentidos en la conversación pública. CLACSO es una herramienta clave para ello, a la que debemos continuar fortaleciendo a través del trabajo colaborativo, de la expansión de otras lógicas de producción intelectual y académica y del reconocimiento de otros sistemas epistémicos, en vías de consolidar un pensamiento crítico —que debe ser también crítico de sí mismo—, emancipatorio, propio y anticapitalista. Un espacio que ponga de relieve las perspectivas y lugares de enunciación del Sur global y destaque la capacidad para comprender y construir lo común desde la diferencia y la interculturalidad.

Porque, en definitiva, fortalecer la red de CLACSO como la casa del pensamiento crítico y emancipatorio en América Latina y el Caribe significa amplificar una voz que abrigue, contenga y afronte las batallas culturales, políticas e intelectuales que los desafíos del presente y de los próximos años necesitan.